lunes, mayo 26

La rebelión contra Hillary

Por:Luciano Pasoce Rippey
Vicepresidente Partido Socialdemócrata
La Crónica de hoy, 25 de mayo de 2008

Hace algunas semanas escribí sobre la importancia del famoso súper martes. Aseguraba yo que el o la que ganara el proceso de ese martes sería el ganador del proceso interno. En esa ocasión triunfó McCain y se generó una suerte de empate entre Barak Obama y Clinton. Siempre aseguré que Hillary es —era— una mejor candidata. Pero fallé. Todos mis pronósticos sobre el éxito de Clinton parecen haber hecho agua, inclusive su estrategia final para cambiar las reglas sobre el proceso interno. Clinton quería, y tal vez quiere, cambiar de la lógica de delegados por estado a votos totales. Es evidente que sabe que para el final de esta carrera tendrá menos delegados, pero más votos nominales que su adversario y sabe el rédito que puede obtener de esa realidad política. En el partido demócrata habría ganado no quien más votos tuvo, sino quien mas delegados consiguió. Un complejo mensaje para los demócratas ávidos de mejor y más democracia.

En el fondo la discusión entre los demócratas no es quién es más popular entre ellos mismos, sino quién puede vencer a los republicanos, a John McCain para ser exactos.

Y es en esa discusión que la brújula parece estar extraviada. Si bien es notorio que los demócratas parecen haber decidido que el discurso de Obama tiene más profundidad y posibilidad de éxito, y se inclinan más por él, en realidad lo que parece estar aconteciendo es una rebelión demócrata por el relevo generacional y el final de una historia a la cabeza del partido demócrata. Una historia cercana a más poderes fácticos de los que están permitidos políticamente por los demócratas.

La rebelión contra los Clinton es, de fondo, una rebelión contra una manera de hacer las cosas, por una serie de concesiones programáticas e ideológicas que la base demócrata ya no esta dispuesta a aceptar. La fuerza de la campaña de Obama esta directamente vinculada con el rechazo que genera la forma de hacer política de los Clinton en tiempos de guerra. En tiempos de migración, en tiempos de recesión económica. Los demócratas quieren más convicción, menos conciliación, más definición y menos conciliación.

Los demócratas quieren sentirse con más sentido y pertenencia de lo que se han sentido. Quieren romper con sus viejas maneras de ver la política, de entender el entendimiento mismo y replantearse la ruta de construcción de país. Obama en eso satisface mucho más sus necesidades que Hillary.Curiosamente para el resto del mundo es distinto. Para nosotros, los radicalismos abonan mas a la guerra que las rutas de dialogo. Con la familia Bush, el mundo ha vivido sometido por el mercado de las armas, del petróleo y de la guerra. Hemos sido victimas, pasivas o no, de un Estado de terror estadunidense. Un Estado que privilegia, ante todo, a la guerra, a la violencia. Con Obama eso puede cambiar, pero con Hillary seguramente será. Esa es la única certeza que tenemos todas y todos los que no estamos allá. Hillary significa, sin lugar a dudas, un cambio en la política exterior, una renuncia a la visión tradicional de encarar los conflictos.

Hillary Clinton, sin embargo, no parece haber logrado una mayoría entre los demócratas, pero no hay que engañarse, tampoco Obama. Hoy la diferencia es tan mínima que podría hacer a cualquiera de los dos palidecer. Pero Obama está de moda, esta recaudando, Hillary se endeuda. Hillary gana estados y se queda sin dinero. Obama los pierde y recauda más que la semana anterior.

Pero al final, para nosotros el debate no es si Hillary es mejor que Obama o no, el debate es quién puede detener a otra maquinaria de gue-rra republicana. Quien puede poner las cosas en su justa dimensión.

Yo estoy convencido de que es Hillary, pero si los demócratas decidiesen que es Obama, ojalá tengan razón.Pero lo que parece no tener solución es el proceso de rebelión contra los Clinton y una generación demócrata que está al borde de su extinción con la derrota de Hillary.

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