Introducción
Con este artículo inicia una serie dedicada la historia de la socialdemocracia, entendida ésta como una ideología, una praxis y una organización política, de carácter internacional, caracterizada por una concepción democrática y reformadora de la sociedad y del cambio social, cuyos orígenes datan del siglo XIX, y que a la fecha .continúa desempeñando un papel político trascendental, ya que mantiene en el poder a diversos gobiernos, los partidos socialdemócratas continúan con fortaleza y su ideología mantiene vigencia, puesto que se ha renovado conforme a las nuevas circunstancias del mundo.
El hilo conductor del relato será la historia de la Internacional Socialista (IS, la organización de los partidos políticos socialdemócratas) en el mundo, y particularmente en América Latina, si bien se hará mención a personajes, procesos y hechos destacados relacionados. La finalidad este recorrido histórico, no sólo es la de mostrar la evolución socialdemócrata en el mundo (lo cual reviste en sí mismo de gran interés por la fuente de enseñanzas que representa), sino la de contribuir a la formación de una concepción y praxis socialdemócrata para México, que pueda erigirse en una auténtica Alternativa dentro del actual escenario político.
1. La Primera Internacional
Los orígenes siempre son problemáticos, ya que se puede volver una historia interminable. Así, el origen podría ubicarse con el movimiento cartista de los años treinta y cuarenta en Gran Bretaña, dado el carácter reformador y democrático (de su corriente principal), de conquistar derechos políticos para llegar al poder y a través de la vía parlamentaria reformar a la sociedad.
Sin embargo, el antecedente que se suele citar (aunque no exista una relación de continuidad con la IS), por ser un intento internacionalista de articulación proletaria, poseer a su interior corrientes socialistas reformadoras e impulsar acciones gremiales y políticas internacionales y la creación de partidos obreros, es el de la Asociación Internacional de Trabajadores, mejor conocida como la “Primera Internacional”, fundada en Londres por Carlos Marx y diversas organizaciones obreras de Europa.
La década de los sesenta del siglo XIX fue especialmente intensa, no sólo para Europa sino para el mundo. Se vivió entonces una ola globalizadota que expandió al capitalismo a todo el orbe, generando un gran boom económico, pero también importantes luchas sociales que beneficiaron a los obreros, y que crearon las condiciones para concebir una organización internacional de trabajadores.
Uno de los visionarios, tanto del carácter mundial del capitalismo como del internacionalismo proletario fue Carlos Marx, quien no fue únicamente un crítico radical del capitalismo, sino un célebre teórico y práctico del socialismo. Después del fracaso de las revoluciones de 1848, Marx, cuyo radicalismo lo mantuvo aislado de tales sucesos, optó por abandonar tácticamente el extremismo revolucionario, y decidirse por impulsar la organización internacional de los trabajadores, como primer paso para su fortalecimiento y realizar, en un segundo momento, la revolución europea que de nuevo se vislumbraba. Marx veía que no se trataba de fomentar “la revolución por la revolución” ya que las revueltas sin organización exponían al movimiento obrero a un fácil aniquilamiento, además de que la lucha por reformas parciales contribuiría al fortalecimiento proletario y lograr su emancipación económica.
Por ende, antes de fomentar la revolución, había que promover el fortalecimiento obrero a través de su organización, había que apoyar las contiendas reformadoras y las luchas por alcanzar el poder político, a partir del cual se haría la socialización de la producción. De manera que, sin perder de vista la meta estratégica consistente en la revolución mundial, el objetivo táctico inmediato era la organización de los trabajadores para la conquista del poder. Ello implicaba que dentro del sistema capitalista se podía avanzar en la organización de la nueva sociedad, y las cooperativas de producción era una muestra en este sentido.
No fue casual que la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) se fundara en Londres. En Gran Bretaña, concomitantemente con su gran desarrollo capitalista, el movimiento obrero crecía y luchaba por nuevas conquistas económicas, sociales y políticas, particularmente por la legalización completa de los sindicatos, la ampliación del sufragio y la una amplia legislación social. Aunque esta lucha no determinaba que los sindicatos ingleses fueran revolucionarios (sino que, por el contrario, tendía a “aburguesarlos”), Marx esperaba que sus conquistas motivaran la lucha del proletariado en Europa, que se diera lugar a la creación de un partido obrero, y que todo ello fuera una palanca para la organización internacional de trabajadores.
En el continente París nuevamente era el centro del activismo socialista de Europa. Después de Gran Bretaña y Bélgica, Francia era la nación de mayor desarrollo capitalista, los sindicatos obreros luchaban por su reconocimiento, y su praxis estaba orientada por Proudhon, Blanqui y Marx. Al margen de corrientes y sus divergencias, en ese momento se coincidió en la necesidad de organizar un fuerte movimiento sindicalista, a fin de realizar una acción política independiente, con apoyos internacionales, que les permitiera el logro de sus reivindicaciones económicas y sociales. De la conjunción del sindicalismo obrero inglés y francés, principalmente, se fundó la Internacional en 1864 como una asociación sindicalista, y no como una federación partidaria. Primacía de la acción sindical sobre la actividad política, pero reconocimiento de la necesidad de ésta para el logró de los objetivos proletarios, no sólo al interior de cada país, sino de toda Europa.