por Luciano Pascoe Rippey
Las primeras informaciones e imágenes venían con el tufo de siempre: ‘seudoestudiantes’ vandalizan y golpean a policías en una reyerta en el contexto de la marcha de dos de octubre.
Como siempre estos jóvenes aprovechan la conmemoración para hacer sus pequeños actos de rebeldía en contra de propiedad pública y privada. Chavos extraviados –pensé.
Por la noche, en los noticieros televisivos la nota crecía de tono y de adjetivos calificativos hacía los jóvenes que, vestidos con sus atuendos de su tribu urbana pateaban, trataban de quemar con aerosoles encendidos y arrinconaban a unos granaderos que sólo repelían la agresión.