María Luisa Rubio González
El sábado 30 saldrá la ciudadanía a marchar contra la inseguridad. Unos periódicos difunden horarios, otros denostan la marcha como un divertimento de la derecha yunquista. Y sin embargo…
La inseguridad es un hecho irrefutable, es una realidad que nos recibe todos los días tanto si leemos los periódicos o vemos noticieros como si no. No conozco a nadie que viva en la ciudad de México que no haya sido sujeto de algun tipo de agresión o la haya presenciado. Sin ser ninguna especialista en el tema puedo aventurar que es fenómeno multicausal. Tiene que ver con la descomposición económica y social, es el síntoma de un sistema enfermo y caduco que ha construido una sociedad de consumo brutal, donde la gente vale por lo que tiene.
Por supuesto que existe el mal absoluto, y delincuentes extremadamente violentos hay en las sociedades más equitativas. No obstante, el aumento y transformación del fenómeno en nuestro país es un tema que debe ocuparnos a todos, autoridades, instituciones, empresarios, sociedad organizada y ciudadanos de a pié.
Una vez dicho lo anterior, parecerá mezquina la siguiente pregunta: ¿por qué la sociedad se aterroriza ante el secuestro del joven Martí, cuando ni siquiera conocemos la cifra certera de las personas que han sido secuestradas y torturadas por un rescate de cinco pesos? Dos decenas de jóvenes murieron como producto de la ineficiencia policiaca, y no hubo ningún llamado a marchar por ello. Centenas de jóvenes carecen de la más mínima esperanza de acceder a una vida digna, y no hay ningún llamado a marchar por ello. No son temas distintos: es parte de lo mismo.
Personalmente las marchas que organiza la derecha me dan comezón; inmediatamente viene a mi mente la marcha de las cacerolas en Chile, en los tiempos de Salvador Allende. Sin embargo, no puedo más que rendirme ante mis propios argumentos: la inseguridad es tema de todos, y solamente unidos podemos construir soluciones. Recuerdo ahora, en el Chile contemporáneo, el movimiento de los llamados “pingüinos”, jóvenes preparatorianos que exigían mejoras en el sistema educativo, y cuyos líderes fueron principalmente dos, uno de derechas y uno de izquierdas, que momentáneamente suspendieron sus diferencias para unirse en una causa común. Y lo lograron. La experiencia española frente a ETA es otro ejemplo pertinente.
Entonces ¿marchar? Pues ahí sí cada quién. Yo digo que sí, pero asumiendo cada uno su responsabilidad más allá del rasgamiento de las vestiduras, más allá de la foto de la multitud con sus velas. Los empresarios tienen una responsabilidad con el desarrollo económico del país, casi del mismo tamaño que el gobierno; los ciudadanos tienen una responsabilidad con la democracia, casi del mismo tamaño que los partidos políticos.
A este país no lo va a rescatar nadie, nadie podría, tenemos que rescatarlo todos, desde nuestro par de pies, desde el tamaño de nuestros brazos.
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