Por Miguel González Compeán
Nuestro sistema político se está sobrecargando. Lo que decidía un hombre o un partido hace unos años, se ha sustituido por la prueba y error de voluntades justicieras e incontrovertibles o por la apuesta institucional. El gobierno da señales de acción en espacios políticos como su manejo del conflicto del EPR, pero también se ahoga y se repliega, hasta el ridículo, frente a la toma de la tribuna parlamentaria.
La transición mexicana se preocupó mucho por encontrar mecanismos para construir legítimamente el poder público, pero poco hizo por crear instituciones que resolvieran conflictos y acomodaran intereses en todos los demás ámbitos. Lo mismo para actores políticos que para intereses privados o la mezcla de ambos.
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viernes, mayo 2
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