Por Luciano Pascoe Rippey
Pemex requiere —con urgencia— una reforma modernizadora; no es ningún secreto, y lo hemos dicho incansablemente desde la izquierda, que Pemex es hoy rehén de gobiernos irresponsables, de saqueos fiscales y sindicales, de abusos de funcionarios públicos y está secuestrada por la más anquilosada visión de país; sin ambages y sin dudas tenemos que sostenerlo: hoy Pemex está enferma y su pronóstico es malo sin una reforma que transforme de fondo su condición; y hay que despejar todos los fantasmas, sí es posible esta transformación integral sin perder la propiedad nacional sobre la renta petrolera, es decir sin privatizar nuestro petróleo ni a la paraestatal.
Las izquierdas no podemos quedarnos al margen de esta transformación, la relevancia de la reforma petrolera y sus alcances en el corto, mediano y largo plazos, obliga a todos los puntos cardinales de la geometría política a tomar posición, pero para la izquierda es una responsabilidad superior. Pemex, con una reforma acometida y dirigida desde la izquierda, debe ser uno de los ejes de combate a la pobreza, desarrollo económico y generación de infraestructura.
Es tiempo de atender el compromiso con el futuro, con generaciones que requieren comportamientos magnánimos desde la izquierda para alcanzar un futuro con posibilidades, con libertades, con perspectivas; si la izquierda se encapsula, se enajena, se aísla del debate y del trabajo parlamentario frente a este momento trascendental estaremos faltando a nuestro compromiso de más fondo y cumpliendo con las expectativas de la derecha; no hay posición más entreguista del petróleo que escapar del conflicto a la radicalidad solitaria.
Una reforma desde la izquierda socialdemócrata no debe olvidar el dominio nacional sobre hidrocarburos y la renta petrolera, y el respeto irrestricto al 27 constitucional; construir mecanismos transparentes para aprovechar la iniciativa privada en el sector sin comprometer la renta petrolera. La izquierda no es anti empresarial, es anti monopólica, no está contra el crecimiento, más bien contra la acumulación; la izquierda debe demostrar que su batalla no es contra la participación privada en el sector, es contra el abuso, la corrupción, el influyentismo y amiguismo, contra el asalto a la institución al amparo de formatos de colaboración anacrónicos y opacos.
Etiquetar al menos 10 por ciento del excedente petrolero, para la investigación y desarrollo de energías alternativas, asegurar que en 10 años tengamos 50 por ciento menos dependencia de los combustibles fósiles, avanzar en políticas que hagan de Pemex una empresa con una clara inclinación hacia la sustentabilidad ambiental, la industria petrolera debe tener un claro y cotidiano componente “verde”; la transparencia y el régimen fiscal deben cambiar. Pemex no puede seguir siendo usada para solventar las deudas del país a costa de su viabilidad y su desarrollo. Hay que terminar con esa visión propietaria del “gobierno” para implementar una visión utilitaria de “Estado” sobre el régimen petrolero.
Con ese sindicato, a ningún lado. Incorporar las bases para una transición que, en el corto plazo, asegure un cambio sustancial en la participación y la relación del sindicato de la industria con Pemex, orientadas a la recuperación de su función defensora y promotora de los derechos de los trabajadores, pero en el marco de un sindicalismo democrático y transparente que supere la opacidad y las distorsiones acumuladas.
Lo fiscal es lo verde. No sólo en transformar el régimen fiscal que priva en Pemex. Además hay que entrarle a varios asuntos que si bien están por fuera se vuelven centrales en la transformación; los excedentes petroleros que se destinan a los estados deben ser utilizados exclusivamente en: desarrollo social e infraestructura. Adicionalmente debiesen de existir apoyos fiscales a las empresas que las implementen y desarrollen tecnologías libres de combustibles fósiles y a la ciudadanía que acceda a ella, así como la generación de incentivos en la manufactura y venta de automóviles híbridos.
La izquierda debe refrendar su compromiso con el diálogo, el debate, el acuerdo. No dejemos a un bipartidismo ficticio las decisiones más relevantes del país, eso no es de izquierda, es sólo irresponsable.
domingo, agosto 10
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