por Miguel González Compeán
En las semanas precedentes, la agenda estuvo plagada de comentarios y alusiones a los lamentables hechos de Michoacán. El asunto se ha tratado de maneras tan diversas y variadas que ha quedado una buena parte para la especulación, especialmente, con respecto a los motivos, responsables e involucrados en los acontecimientos. El ruido ha sido tal, que con pasmosa displicencia y egoísmo, los partidos políticos se han limitado a condenar el hecho de manera superficial y a manifestar posiciones y sugerencias que han llegado hasta la estupidez.
Pocos son los que han pedido que se vaya al fondo del problema. Los que piden que se atienda el origen, y no se trate de atender la enfermedad, de forma inmediata y superficial, (el PSD fue uno de los pocos que pedía esto en Los Pinos, en la más reciente reunión). Lo cierto es que en efecto, se ha ofrecido un modesto apoyo al Presidente y a su estrategia en el combate a la delincuencia organizada; y más bien se han ofrecido críticas exageradas a los aparatos del Estado y, en especial al Cisen, por no actuar de una forma que, si leyeran la Ley de Seguridad Nacional, sabrían que no es posible.
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domingo, septiembre 28
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